Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la seguridad alimentaria se alcanza cuando todas las personas acceden a alimentos seguros, nutritivos y en cantidad suficiente para poder satisfacer sus necesidades nutricionales y, de esta manera, llevar una vida saludable y activa. Si bien el hambre está descendiendo hace 3 décadas, garantizar la seguridad alimentaria para el año 2030 será una tarea mucho más ambiciosa.
Se considera inseguridad alimentaria grave, cuando la persona no tiene alimentos o pasa hambre. Por otro lado, se habla de inseguridad alimentaria moderada, cuando las personas tienen incertidumbres sobre su capacidad de acceder a alimentos. El índice de inseguridad alimentaria en América Latina se ubica en 23,17%, siendo las mujeres la población más afectada. Esto se debe a que las mujeres son más vulnerables a perder sus ingresos, sobre todo durante crisis globales como el Covid-19.
El problema de la malnutrición es urgente, ya que los niños que crecen con déficit de nutrientes tendrán desventajas en su desarrollo cognitivo pudiendo afectar su formación, trayectoria laboral e ingresos en un futuro. El Hambre Cero es un objetivo sumamente difícil de lograr para un país en forma individual, pero el único sector económico esencial para alcanzarlo es el sector agropecuario.